Tengo la fortuna de haber nacido en un hogar de católicos no practicantes. Durante mi infancia y adolescencia mis padres nos arrastraron a cuanta boda, bautizo, primera comunión y 15 años nos invitaban, pero rara vez acudimos a misa de domingo. Las fiestas de guardar siempre han significado vacaciones.
Mis hermanos y yo fuimos debidamente bautizados, confirmados y alimentados del cuerpo de cristo por ahí de los 12 años, respectivamente, para lo cual nos hicieron tomar el catecismo de rigor. De ese parteaguas de mi vida espiritual lo único que recuerdo es que saqué 9 en el examen final, porque se me olvidó el segundo mandamiento. A partir de ahí decidí que había tenido suficiente.... Continúa...
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